La izquierda unitaria de 2020
...Año 2020, elecciones generales: IU ha obtenido tres millones de votos y casi cuarenta diputados. Han pasado 12 años...
...Año 2020, elecciones generales: IU ha obtenido tres millones de votos y casi cuarenta diputados. Han pasado 12 años...
En las elecciones generales de 1982 el PCE pasó de los 1.938.487 votos de 1979 a 846.000, casi un 4% del electorado, y cuatro diputados... Hubieron de pasar más de 12 años, en 1996, para llegar a 21 diputados con 2.693.774 votos, un 10.54%... ¿Qué pasó, por qué, y qué hicimos para superar aquella situación?
En las elecciones generales de 2008 hemos tocado fondo, con 963.000 votos, casi un 4% y uno o dos diputados, según se interprete... ¿Qué ha pasado, por qué, y qué vamos a hacer pensando en el futuro?
Para llegar al desastre de 1982, tuvimos antes que cometer muchos errores estratégicos y tácticos. Los pactos de la transición, los pactos de la Moncloa y los pactos de las municipales de 1979 con el PSOE, son hechos más que evidentes que vienen a demostrar, para bien o para mal, nuestro “perfil pactante” de entonces. Los conflictos internos con las expulsiones de los renovadores y las escisiones de éstos y “prosoviéticos” ya nos hablaban de los problemas internos. El intento de golpe del 23F un año antes, y, por supuesto, la ley electoral, el bipartidismo imperfecto, los medios de comunicación y los escasos recursos para las campañas, fueron, junto a las demás, razones suficientes para explicar la debacle de 1982.
Pasaron dos años y ya en Andalucía, en 1984, el PCA formuló una política de alianzas amplias, “Convocatoria por Andalucía”, para propiciar un ámbito de encuentro alternativo de personas y colectivos de izquierdas, basado en la participación y en la elaboración colectiva como métodos de trabajo y en la construcción de una alternativa de gobierno, de estado y de sociedad como objetivos. En 1986, al calor de la plataforma anti-OTAN, inmersos en la movilización social por la paz y el desarme, nació Izquierda Unida, que pudo resistir la dura travesía del desierto durante varios años para volver a situar a la izquierda transformadora como tercera fuerza política del estado español.
Hemos de tener la convicción, tras los últimos desastres electorales, que nos queda un largo camino por andar en otra auténtica travesía del desierto. Por eso se hacen necesarias tres formulaciones claras, como paso previo para iniciar una nueva etapa:
La primera es que hemos agotado una fase. Que no valen reconstrucciones o reformas del edificio político que ha quedado en ruinas. Y que, en consecuencia, siendo la responsabilidad colectiva y el fracaso generalizado, la acción que inicia esta nueva fase ha de afectar a toda la organización por igual. Eso significa la aplicación de un modelo de comisiones plurales, paritarias y consensuadas para dirigir el proceso asambleario de los próximos meses. No vale en unos ámbitos mantener las direcciones existentes como directoras del proceso participativo, y en otros exigir gestoras o comisiones que lo dirijan. Los censos, los métodos y los objetivos han de ser coherentes entre sí en toda la organización. La responsabilidad ha de ser compartida.
La segunda es que iniciamos una nueva fase. Eso significa que abrimos un proceso constituyente real y, por tanto, las conclusiones o alternativas han de estar sujetas a la libre y democrática decisión de las personas que integran y apoyan IU. No valen pues, predeterminaciones, ideas o resultados preconcebidos, ni veladas amenazas de vinculaciones o desvinculaciones según qué decisiones puedan tomarse. No vale un proceso tutelado interesadamente por direcciones o poderes internos. No valen pactos de baronías, acuerdos por arriba entre dirigentes de federaciones para conducir el proceso. Han de facilitarse todos los mecanismos de participación y de libre expresión de las ideas y propuestas, haciéndolas circular y llegar a toda la organización... Para ello, está claro que una fase de debate en profundidad requiere más tiempo que el plazo de julio anunciado como fecha de la IX Asamblea. Diríamos entonces que la “primera fase” tendría como objetivo marcar las comisiones plurales y paritarias, dotar de direcciones colectivas a la organización y definir objetivos, documentos, y calendarios de la “fase constituyente”.
La tercera formulación ha de concebirse desde la convicción autocrítica de que es necesario un cambio en la organización en todos sus aspectos. Un cambio organizativo que permita la renovación de todas las direcciones existentes y que introduzca nuevos métodos de trabajo favoreciendo la democracia directa interna sin limitaciones de ningún tipo, abriendo paso a la elaboración colectiva en esta etapa que requiere nuevas tareas, técnicas y procedimientos nuevos. Cambios en los contenidos programáticos, en las propuestas alternativas, marcando más la identidad y los perfiles propios de la izquierda transformadora. Cambios en las políticas de alianzas, alejándonos del ámbito institucional como el epicentro de las mismas, y del PSOE como instrumento político para concretarlas; construyéndolas prioritariamente en el ámbito de lo social y de la movilización.
Partiendo de estas premisas, y siendo conscientes de que “estamos en la calle”, -es decir, claramente, nos han echado a la calle-, nuestra política, ahora, por fin, ha de centrarse necesariamente en la calle. Esto nos lleva a la conclusión de que es en la calle donde están nuestros aliados y nuestras alternativas, es en la sociedad civil desorganizada –lo de organizada es un decir-, junto a los raquíticos pero coherentes movimientos sociales de izquierda, donde debemos hacer nuestra “acampada al aire libre”. Y la convocatoria que debemos hacer, exenta de esa conocida prepotencia que emanan quienes han vivido de y por los aparatos de poder interno, ha de estar revestida, por el contrario, de la capacidad de ser permeable a los problemas y demandas sociales e instrumento para sus soluciones; convocatorias a colectivos, formaciones políticas, simpatizantes, electores, personas de la izquierda plural que saben que el bipartidismo es realmente una misma moneda con dos caras, y que desean participar en la construcción de una formación social y cultural, política y ciudadana. Una refundación real de IU, donde la palabra U, Unida, quizás haya que sustituirla por Unitaria, donde el nombre no ha de ser obstáculo ni condición previa, sólo los contenidos, el programa, la organización y su estructura. Hablamos de una izquierda unitaria que pueda en 2020 tener tres millones de votos y treinta diputados, 15 y 15, al menos; de una izquierda que, antes de eso, forma parte del tejido social, inmersa en el compromiso y con unas prácticas y una formas de hacer políticas diferentes....
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