martes, 13 de mayo de 2008

REFLEXIONES. Samuel Dominguez, Castilleja de Guzmán


REFLEXIONES

“El hombre superior es modesto en el hablar,
pero abundante en el obrar.” (Confucio)


Desde mi modesta posición y con la inocencia, bendita inocencia, que me da el haber permanecido ajeno durante la mayor parte de mi vida a los entresijos internos que oculta la política, pretendo hacer una reflexión de aquello que, en el poco tiempo que llevo participando en IU, me ha hecho abrir los ojos, ilusionarme, desengañarme, perder la esperanza, y motivado para seguir, hoy más que ayer, luchando por los valores que uno cree justos.

Hasta hace un año permanecía ajeno a lo que algunos consideran vida política. Personalmente no creo que exista nadie ajeno a la política, tan solo personas apartidistas, desengañadas de la forma actual que hay de hacer política. Quizás conformistas o poco motivadas, aferradas a la idea de que lo que hay es inmutable y que cambiar la sociedad está más allá de sus posibilidades, pero nunca apolíticas. Hasta la persona más reacia tiene en su fuero interno una idea de cómo le gustaría que fueran las cosas, qué cambiaría de la sociedad y qué dejaría igual. Ese simple pensamiento convierte a la persona en política. Un político no es el que ocupa un sillón en la administración, es aquel o aquella que tiene ideas propias, ya se las guarde para sí mismo, ya las comparta con el resto. Y para llevar a cabo estas ideas no hace falta militar en un partido ni en un sindicato, ni estar situado en las altas esferas de poder. Para trabajar para cambiar las cosas solo hace falta querer, independientemente del ámbito en que se realice este trabajo.

Desde esta misma apatía que antes comentaba que a cierto sector de la sociedad le provoca todo aquello que tiene que ver con el ámbito político, IU ha intentado fomentar la idea de que existe otra forma de hacer política, diferente a la que propugnan los partidos mayoritarios. Una política real de izquierdas, cercana al ciudadano, donde este tiene su protagonismo. Todos tenemos algo que decir y todos tenemos derecho a que se nos escuche y se nos tenga en cuenta. IU ha abanderado la posibilidad del ciudadano de a pié de llegar a las instituciones, escuchando sus problemas y sus reivindicaciones, y haciendo de estas las suyas propias. Por una vez parecía que un grupo político no vivía de espaldas a la sociedad, sino que formaba parte de esta misma. El ámbito local ha sido nuestro gran bastión, pues es donde de forma más cercana se ve el trabajo del día a día, el interés por los problemas cotidianos y donde nuestros vecinos pueden comprobar que defendemos sus intereses. IU es y debe seguir siendo una fuerza dinámica, inquieta y trabajadora. No tenemos nada que perder y si mucho que ganar.

Sin embargo, a otros niveles institucionales, ese trabajo que se realiza en nuestros pueblos y ciudades no parece dar sus frutos. De alguna manera nuestros vecinos confían en nosotros en su ámbito más cercano, pero esa confianza flaquea cuando hablamos de representarles a niveles andaluz y estatal. Y cada vez más. Esto debería hacernos reflexionar.

El bipartidismo y la ley electoral puede ser esgrimido como causa. Quizás el boicot mediático. Pero no estaría de más que también se realizara un poco de autocrítica. Y cuando me refiero a autocrítica me refiero a una real, no basada en los reproches de lo pasado ni en el victimismo. IU es ahora lo que TODOS hemos querido que sea, ya fuera por acción o por omisión.

La elaboración colectiva del programa, la coherencia del discurso, la participación activa de las bases en las tomas de decisiones, la apertura social, la pluralidad, el debate, el respeto, las ideas por encima de los personalismos, las renovaciones de cargos,... todo ello es necesario, siempre y cuando se demuestre que es cierto. Los grandes discursos, si no vienen acompañados de actos, quedan carentes de sentido. Y dotar de sentido a nuestro discurso es tarea de TODOS.

Para el que llega de fuera y lleva poco tiempo aquí, a veces da la impresión que nuestra ocupación favorita es mirarnos el ombligo, cuando deberíamos estar trabajando en la calle. Pocas veces da la impresión que todos tengamos claro que esto no es un fin, sino un medio para cambiar la sociedad actual para mejor. No da la impresión que lo que importe sean las personas y las ideas que nos mueven. El barco se hunde, y en vez de tapar las vías y remar todos juntos en la misma dirección nos dedicamos a buscar culpables por el estado del barco. Si el barco finalmente se hunde dará igual de quien sea la culpa.

Pretendemos ilusionar a la gente con la idea de que otro mundo es posible. Que todos participen en la elaboración de un nuevo futuro. Pero si nosotros mismos no nos creemos el discurso y trabajamos por ello, si no somos capaces de ilusionarnos, ¿Cómo vamos a pretender que lo haga la sociedad? Si yo mismo, que apenas llevo aquí un año, me desilusiono con lo que veo día a día, yo, que he dado el paso a acercarme y formar parte de algo que creo que es importante y necesario, pienso que falta coherencia entre nuestro discurso y nuestros actos ¿Cómo podemos hacer creer a la sociedad que somos una alternativa de futuro para gobernar y mejorar la sociedad que nos rodea?

Como dije en un principio, quizás hable desde la inocencia o el desconocimiento de la realidad. Quizás las cosas nunca fueron como yo llegué a imaginarlas. Pero me niego a creer que nuestra utopía es irrealizable. Quizás no podamos conseguirla a un 100%, pero aunque solo logremos un 5% de ella será un gran paso. Quizás puedan decirme en el futuro que no lo conseguí, pero jamás que no lo intenté.

Aún así, hay una cosa que debemos tener clara. De la misma forma que somos responsables últimos de lo que hoy en día es IU, solo nosotros tenemos en nuestras manos nuestro futuro como organización. Y cualquier futuro positivo pasa por un ejercicio individual y colectivo de responsabilidad política e ideológica.

IU debe aspirar a ser una opción seria de gobierno, no solo en nuestros ayuntamientos, sino en Andalucía y en el estado español.

La situación en Andalucía es favorable a un cambio de izquierdas capitaneada por IU si nosotros sabemos aprovechar la oportunidad. El desgaste del PSOE y de Chaves al mando de la Junta es una evidencia. Las sucesivas victorias electorales socialistas vienen de la mano no solo de sus posibles méritos, sino de la incapacidad de la oposición de ofrecer una alternativa seria y real al actual gobierno. Con un electorado mayoritariamente de izquierdas, el PSOE ha resistido elección tras elección como alternativa a un posible gobierno de derechas. Ante esto, la sociedad andaluza lo ha contemplado como el mal menor. IU no ha sabido aprovechar esta oportunidad.

La necesidad de un discurso veraz, alternativo, de izquierdas, responsable y consecuente, representado por dirigentes coherentes, amables y con la capacidad didáctica que se le debe suponer para explicarlo a la sociedad, respaldado con el trabajo de las bases día a día y en la misma línea propuesta, y con el sólido apoyo de un programa bien elaborado y con aspiraciones de gobierno debería representarnos como una alternativa real a las políticas actuales. Hacer ver a la sociedad que la opción mayoritaria del voto no es el mal menor, sino un futuro ilusionante. En una sociedad andaluza donde la izquierda tiene tanto arraigo el bipartidismo debe ser luchado con todas nuestras fuerzas desde la unidad interna.

En Andalucía se da mejor que en ningún otro sitio la posibilidad de hacer una política transformadora. Si somos capaces de demostrar que hay otras posibilidades de hacer política y que la izquierda real no es lo que propone el PSOE, seremos capaces de calar en el colectivo. No olvidemos nunca que aunque nuestro enemigo político es el PP y la derecha, nuestro rival político es el PSOE. Debemos saber diferenciarnos de ellos, porque si no lo hacemos no seremos necesarios para esta sociedad. No hablamos de la famosa “pinza” que se esgrime cada vez que hacemos oposición. Es por ello de la capacidad didáctica que señalaba como necesidad a nuestros dirigentes. Hablamos de la necesidad de proponer alternativas reales, explicarlas, defenderlas, dejar claro que las alianzas de izquierdas no suponen cheques en blanco, sino la defensa de nuestros principios e ideales, y nuestro legítimo derecho a trabajar por llegar a convertirlas en realidad. Saber decir que no, pero esgrimiendo nuestra alternativa. Defender nuestros logros como propios y luchar para que ningún otro grupo político se apodere de ellos.

Nuestro futuro en Madrid vendrá respaldado por nuestra capacidad en Andalucía. Si somos capaces de demostrar que somos capaces de gobernar aquí existe la posibilidad de que en otros lugares también consideren en serio nuestra opción como factible.

Samuel Domínguez Domingo

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